(Aviso: Esto es lo que he escrito en mi diario personal de viaje)

¡Hola! Ahora mismo son las 10 y pico de la noche en Australia. Hace aproximadamente 1 hora que nos instalamos en casa. No he escrito en el avión porque me daba pereza. Además, no me encontré cómoda ni inspirada. Han sido 1'3h de viaje hasta Londres. Después, 11 horas de viaje hasta Singapur y finalmente, un último viaje de 8 horas hasta Sydney.

Cuando llegamos a Sydney (después de pasar horas y horas durmiendo, comiendo y viendo la tele que teníamos en el asiento delantero), se suponía que tenía que venir a recogernos un taxista. Pero no estaba. Lo llamamos y nos dio la impresión de que no le apetecía mucho venir a recogernos.

Finalmente, tras 30 minutos de espera, vino el taxista. Fuimos en un coche especial de minusválidos para poder llevar las maletas. De camino al apartamento, cruzamos el puente de Sydney, que de noche es muy bonito.

Para cuando llegamos al apartamento, yo me emocioné y lloré. Mira que es raro... se suponía que tenía que ser mi padre el que tendría que llorar...

Abrimos la puerta, y allí se me saltaron las lágrimas. Tenemos una ventana enorme desde la que se contempla la Opera House justo de frente, y el mar a 4m del apartamento. A la derecha, podemos ver el Sydney Harbour Bridge.

De noche, que ha sido cuando hemos llegado, me impresionó lo bonita que era esta ciudad iluminada. Impresiona mucho.

Después de llamar a los abuelos, me di una ducha porque estaba algo incómoda.

Por cierto, la prima L. nos dejó desayuno en la puerta del apartamento, todo un detalle por su parte. Mi madre habló con ella por teléfono para darle las gracias.

Mañana seguramente quedemos con ella. Tengo muchas ganas, la verdad.

Bueno, me voy a ver un poco la tele y, dentro de un rato, me iré a dormir. Tengo que hacer la cama.